No sólo ocurre en el mundo del deporte sino en la propia vida, en cualquier ámbito, sea éste el empresarial o financiero, el cultural, el social… incluso el político. Cuando alguien recibe un reconocimiento en atención a sus acreditados méritos, es sumamente aconsejable que ese hito y esa estela no quede ahí, como un elemento aislado, como una celebración encapsulada: es sumamente interesante que tenga una continuidad y estire su estela.
En recientes fechas, el rey Felipe VI ha considerado a Teresa Perales un orgullo para España y un ejemplo de superación. Y lo verbalizaba en el discurso pronunciado en Oviedo con motivo de la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, que distinguían nada menos que a los creadores de algunas de las vacunas contra la covid-19.
En efecto, y como señalaba el monarca, Teresa es ya una grande, por haberse convertido en una referencia “esforzada, valiente y admirable”. No hay ningún punto hiperbólico allí: 27 medallas paralímpicas sólo pueden alcanzarse con tesón, de ahí que se haya señalado con justicia que “su lucha continua por el triunfo son paradigma de lo que realmente significa ser deportista y competir”.
El deporte es en muchas ocasiones una metáfora de la vida misma. Cuando se afronta con entrega, con intensidad, con excelencia, las cosas salen, y se disfruta durante el recorrido. Sí. Hay personas que, dentro o fuera de las pistas, disponen de una especial capacidad para vencer todas las dificultades, para superar enfermedades… personas que nunca dejan de confiar en sí mismas, con enorme fuerza de voluntad.
Por eso Teresa es un ejemplo. Para millones de mujeres y hombres, y familias, que ven posible, alcanzable, su inclusión laboral y social. Y que nos hacen alumbrar la esperanza y el optimismo en un mundo que no es fácil pero que vale la pena vivirlo.
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