Seguramente cuando en los tres primeros rounds, el campeón Kid Galahad (28-2, 17 KO) dominaba a Kiko Martínez (43-10-2, 30 KO), los agoreros veían más cerca que nunca el cumplimiento de su oscuro vaticinio: el nuestro caería, porque así tenía que ser, porque estaba pasado de años; no había alternativa… y, sin embargo, ¡ya lo creo que la había!
Se ha dicho, y es verdad, que Kiko está bien guiado desde la esquina. Quizá por eso pudo frenar a su oponente en el cuarto y el quinto; quizá por eso, y porque la veteranía es un grado, fue a buscar al héroe local en la corta distancia y trabajó los rectos para hacerle daño y minarlo hasta buscar la caída definitiva; y quizá por todo ello, al final del quinto, armó un destructivo gancho que no vio venir el campeón, que terminó besando la lona; digámoslo sin ambages: un soberano puñetazo.
Kiko es un toro. Kiko, con 35 años -ya fue doble campeón del mundo supergallo en los años 2013 y 2014- estaba en condiciones de arrebatarle el cinturón mundial de peso pluma de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) a Kid Galahad. Kiko, por supuesto, se encontraba en condiciones de igualar a su gran referente, Javi Castillejo.
“Venía mejor que nunca, que cuando tenía 20 años porque me cuido más y me dedico más a mi deporte. Puede que sea una sorpresa para todo el mundo este título, pero no para mí, que he estado viviendo como un monje, entrenando los 365 días del año. ¿Que si soy el mejor? No, no, el mejor es Castillejo. Mi ídolo, él marcó un antes y un después”.
A veces, en el deporte, se nos olvida una máxima tantas veces empleada en episodios corrientes de la vida: la veteranía es un grado. En efecto, el que ha desempeñado durante mucho tiempo una profesión u oficio, el que acumula experiencia en todos cuantos escenarios y situaciones se pueden volver contra él, física y mentalmente al 100%, los lleva a su terreno y los domina. Entonces, felizmente, poco importa lo que dice el DNI.
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