“Mi cuerpo estaba descompensado, era como un bebé de 18 años (…) Yo no quería todo esto, sólo quería volver a jugar al pádel”. Las declaraciones, en clave de confesión sincera y terriblemente humana, son de Martín di Nenno, que se ha alzado en Barcelona con su primer título como profesional en el WorldPadel Tour.
En 2016 sufrió un accidente de tráfico en el que fallecieron dos amigos. Le dijeron que no podría volver a jugar… hasta hoy. Ya entonces era un chaval argentino de 18 años que apuntaba a estrella de la pala. Acabó tras aquella fatalidad con dos piernas fracturadas, en el hospital, postrado en una cama, por supuesto sin poder andar.
Estuvo meses sin poder caminar, sin poder trotar, tuvo que ir dejando atrás sus enormes problemas físicos. Entreno a entreno. Partido a partido. El fémur, la rodilla, los calambres… han estado ahí, y siguen estando. La recuperación definitiva, desde ese punto de vista, es imposible.
Pero hay otra. La anímica. La de la fuerza de voluntad. Han pasado 2.078 días desde que pensó que se abría una fosa bajo sus pies que le hundiría definitivamente, pero no ha sido así. Ha luchado. Se ha revuelto. Ha perseverado. Tenía la ventaja de ser joven, y la de un camino para la reinvención que podía durar varios años. Pero también el inconveniente de, por su falta de experiencia, venirse abajo.
La de Martín di Nenno y, no nos olvidemos, la de su familia, es una de esas historias que demuestra que la superación, en el mundo del deporte, puede carecer de límites, difuminarlos, acercarlos… pero que, de una manera u otra, siempre puede prevalecer por encima de ellos la solidez mental y la tendencia a la escalada de quien confía plenamente en que se pueden sacar fuerzas hasta de donde parece que nunca estuvieron. Siempre, al filo de lo imposible.
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