Ha trascendido porque era inevitable que lo hiciese. Y no hay nada malo, en realidad. Tras reconducir su relación y su renovación, lo que era un objetivo para el Barça, hay un plan para Dembelé, una de las piezas que está llamada a ser, sí o sí, puntal de una plantilla huérfana emocionalmente de Leo Messi. Aún.
De un lado se ha regulado su alimentación y su descanso. Y se han diseñado entrenamientos y sesiones de puro coaching y psicológicas para que el futbolista pueda recuperar su nivel lo antes posible.
Desde que llegó a la escuadra blaugrana en el verano de 2017, el futbolista se ha perdido la friolera de 90 partidos por diferentes molestias que le han impedido tener una continuidad, forjarse, echar raíces, rendir al nivel óptimo que lleva en sus botas.
Es verdad que las lesiones han dejado en el dique seco al atacante francés y han sido el principal obstáculo para la explosión del atacante francés. Pero al encadenar una con otra, sin margen para la recuperación y la estabilización, el problema ha llegado al hardware del joven. Y ésta es la clave.
El Barça sabe que el trabajo fundamental, aquí y ahora, es el anímico. Seguramente hace una década este enfoque no se habría abordado, se habría menoscabado o se habría aplicado sin excesivo convencimiento, pero hoy es el fundamental.
No sólo Dembelé se puedes sentir presionado y tensionado por lo que sabe que su pagador espera. Él mismo es perfectamente consciente de que el vacío dejado por Messi es demasiado grande, de que llenarlo es una obligación, una responsabilidad, una oportunidad… y de que, en función de cómo se aborde esta operación, así será su nivel de éxito. La sincronía de lo físico y lo mental es tan imprescindible como siempre. O más que nunca.
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