La selección y la resiliencia en los cambios de ciclo

En algún momento tenía que ocurrir. La selección española perdía contra Suecia y, con ello, ponía fin a la gran racha de choques sin caer en sus encuentros de clasificación para el Mundial, tras la friolera de 66 partidos invicta. Había que remontarse a la derrota en 1993 en Dinamarca.

¿Hay motivos para que las alarmas salten? Relativamente. El internacional Azpilicueta lo explicaba, y no iba mal encaminado, en palabras que cualquiera puede entender: “tenemos que ser autocríticos y analizar lo que mejorar (…) ahora tenemos que estar más unidos que nunca y sacar el próximo partido”.

En efecto, las rachas duran, esto es, se inician y concluyen. La de la selección española ha sido un éxito rotundo, sin paliativos, y ésa es la conclusión que hay que extraer. No vienen del todo de cara para estar en Qatar pero, si no se cae injustificadamente en la depresión (no hay motivos reales, otra cosa son los provocados artificial o interesadamente), se estará.

No se trata ahora de mirar atrás, de buscar lo que no tenemos, de preguntarse si el relevo generacional en la Roja ha llegado de una manera demasiado brusca, de si Luis Enrique debería incorporar al combinado piezas que se echan en falta.

Es tiempo de mirar adelante, de resistir, de confiar, de hacer el camino con control en todos los ámbitos posibles, empezando por el emocional, el de los pensamientos, el de las sensaciones que experimentan los jugadores y el cuadro técnico.

Es la hora de la autoconfianza, del saber que se puede, de pulir detalles, de corregir errores en la absoluta convicción de que es posible; de cambiar, sin radicalismos pero con determinación. Para avanzar, es tan importante ser fuertes como flexibles.

El conjunto de todo ello es lo que podríamos denominar ‘resiliencia’, y es lo que necesitamos para superar este momento. No caigamos en dramatismos. No se ha producido ningún descalabro. Sí un revés. Sí un traspié. Nada que no pueda ser vencido. Y en ello, no tengo la menor duda de que ya está trabajando el seleccionador. Con un ingrediente imprescindible, insustituible e intransferible: el compromiso del grupo. ¿Alguien duda que también lo tiene?

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