Raro es que esta polémica, en realidad un tema de gran calado, no se haya suscitado con anterioridad entre deportistas de elite o, como en este caso, auténticas estrellas. Novak Djokovic, con radical sinceridad se ha referido a los sacrificios para llegar a ser un número uno del mundo y ha puesto en la picota las palabras y la retirada de Simone Biles, aludiendo ésta a problemas o complicaciones de salud mental.
Para el tenista balcánico, todo es muy diferente: “la presión es un privilegio, sin ella no existiría el deporte profesional. Si tu objetivo es estar en la cima de tu deporte, lo mejor es que comiences a aprender a lidiar con los momentos difíciles, tanto en la pista como fuera de ella”.
En un mundo digital en el que las redes sociales son auténticas máquinas de amplificar, de jalear y de viralizar opiniones, esta réplica desde la arena no ha pasado desapercibida. Es más: ha sido bastante incomprendida, atacada, en reglas generales aludiendo a una hipotética falta de sensibilidad.
Es verdad que las palabras de Djokovic han llegado en caliente y pueden tener apariencia de hirientes respecto de la decisión y la situación por la que atraviesa Biles. Es verdad que quienes están en lo más alto de la montaña en ocasiones proyectan una imagen de infalibles. Es verdad que no todos los campeones lidian con la presión de la misma manera; pero el hecho cierto es que ésta siempre se encuentra ahí, siempre se siente, hay que aceptarla y hay que gestionarla. Hay, en definitiva, que convivir con ella.
El debate está abierto y, sin estridencias, y con sinceridad, debería abordarse plenamente esa discusión: la de las profundas causas y consecuencias que llevan aparejadas los baches, los bajones, las frustraciones, los momentos de impotencia y hasta las derrotas inesperadas de quienes, a veces, se nos antojan intocables. ¿Por qué no abordarlo a quemarropa?
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