El último asalto de Joana Pastrana

Es el relato de la mejor boxeadora de la historia de España. Tres veces campeona del mundo, cuatro de Europa, Joana Pastrana representa a una de esas mujeres que se han dejado la piel y los huesos en una carrera contra numerosos obstáculos y que ha tenido la recompensa del éxito, pero, ¿de qué clase de éxito?

Uno de los aciertos en los que incurre el documental de Movistar TV, locutado por el gran Antonio Daimiel, es el de indagar en la faceta más humana de la pugilista: sin trampa ni cartón, sin medias tintas, sin reservas y sin complejos, descubriendo lo que hay en ella en todo momento y circunstancia, tanto en los momentos inolvidables como en las horas más duras y feas que le ha tocado vivir.

Del ring al gimnasio, y vuelta a empezar. Sí. Pero pasando por la barra de un bar o por su cocina, por los métodos y los recursos de pura subsistencia, en el ámbito laboral más corriente y moliente, con los que muchos más deportistas de los que pensamos se ven forzados a ganarse la vida y salir adelante porque no llegan hasta donde deberían los ingresos de los tickets, los títulos y los patrocinadores; y Joana -más que merecidamente- los ha podido tener.

Hay otro aspecto que se revela estruendoso en el reportaje, y es el de los vaivenes emocionales, la brutal montaña rusa en la que se convierte la trayectoria (desde el ángulo psicológico) de Pastrana. Las derrotas inesperadas, las lesiones cuando verdaderamente duelen, el sinsentido de no tener una recompensa a tantas y tan salvajes victorias, las tentativas de retirada cuando casi todo a su alrededor pierde su significado…

Hay una moraleja que penetra, no obstante, en el subconsciente del espectador, y que vale la pena ponderar. No es otra que la relevancia total que adquiere, en los trances más adversos y solitarios, un equipo de profesionales (representante, entrenador, fisioterapeuta…) que confía en su chica, que la protege, que la empuja en la buena dirección, que la levanta, que la llena de oxígeno ánimo para que siga golpeando a sus rivales… y nunca, nunca, desfallezca.

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